Seleccionar página

Un ciprés es símbolo de bienvenida.

Dicen también que los cipreses son la cara amable de la muerte, que dan la bienvenida a las ánimas que se han liberado del cuerpo.

La costumbre viene de los romanos: los romanos plantaban cipreses para dar la bienvenida al viajero. Dos cipreses indicaban que la hospitalidad de la casa les ofrecia comida y cama durante unos días.

Entre los antiguos y la gente de los pueblos aún, la hospitalidad se considera como una de las grandes virtudes y un deber ejercerla con los extranjeros, viajeros y desconocidos. Segun Wikipedia: «los que habian sido huéspedes, quedaban sólo por este hecho obligados a socorrerse mutuamente y este deber, pasaba a la posteridad». Actualmente, ha pasado a ser un ejercicio oneroso y sin retorno?

Me pregunto si «Camas y cocina para pocos» es la consecuencia lógica del siglo XXI del ejercicio de la hospitalidad. Si es necesario transformar este ejercicio en una red exótica a lo Wow Factor o a la Sensografía Gastronómica. O más bien, mirar hacia atrás. Hacia las Fiestas Hanami.

Por qué el ciprés y no otro árbol. Porque su madera resiste y dura en el tiempo. Y también porque dicen, que su altura conecta la tierra con el cielo.

El tema es que no sé si esta es la mejor forma de que a los habituales valores históricos o artísticos se le sumen este tipo de valores emocionales. No sé si responderia a un concepto más abierto de patrimonio común, que es a lo que al fin y al cabo debe responder el turismo y la hospitalidad, no manipular demasiado el paisaje, sonidos, recuerdos y tradiciones.

 

(Publicado en Comunidad Hosteltur el 3 de abril de 2010)
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies.     ACEPTAR